LLEGÓ EL OTOÑO....A GALICIA.


 LLEGÓ EL OTOÑO  A GALICIA.

Llegó el otoño, si bien no es un otoño convencional como aquel que vivíamos antaño, sigue siendo una estación bonita y colorida.
Llega con sus castañas para que vivamos el "Magosto", con sus clementinas para comer sentados al sol en la hierba mientras caen las hojas marrones, verdes, amarillas de los árboles y van quedando desnudos, desprovistos de ropa pero también de peso para soportar el invierno.
Decía que si bien no tenemos un otoño tradicional, porque nos falta el agua de los embalses,  tenemos un otoño que nos invita a disfrutar de sus temperaturas que aunque cálidas casi como veraniegas, en las montañas temprano las  mañanitas suelen estar muy frías por las heladas.
Viene cargado de tradiciones y espectáculos, nos reuniremos en las hogueras del magosto para asar las castañas que previa
mente le habremos hecho un corte.
 Se tiznarán.
 Se asarán y ...
terminaremos la fiesta con vino de la Ribera Sacra, manchándonos la cara y bailando alguna "muñeira".
Tenemos en esta estación amarilla y seca la fiesta del "Samaín", dejaremos salir nuestros muertos y los reuniremos con todos los santos, disfrutaremos de escaleras de piedra coloreadas con calabazas naranjas y con velas encendidas en su interior. Nos vestiremos de brujas, de zombies, de calaveras, de niñas de la curva y de pequeños murciélagos y de reinas o princesas calabazas.
Comeremos "huesos de santo", dulces rellenos de cabellos de ángel y miel, dedos de salchichas "benmomiados" y tumbas de sandwiches.
Es una estación nueva, con un poco de aire pero a su vez mucho sol, las rosas siguen floreciendo y empiezan a caer las castañas y las "landras" dejando todos los caminos sembrados de sus frutos característicos: piñas y piñones, hojas de roble; de "carballos"y de castaños y que no nos falte nuestra jornada micológica para terminar una estación bien y fuerte.
Por el monte recorreremos para encontrar los "choupins", las
 trompetas del diablo y los níscalos; riquísimos, sabrosos para degustar luego en una cena de amigos hasta la madrugada, frente a una fuente de calor en una mecedora con su manta suave de lana gorda, un rico revuelto de setas humeantes, huevos de corral y jamón serrano acompañados de una copita de vino.
Cuelgan de los árboles farolillos con la lumbre de las candelas que se abanean mientras nosotros degustamos de la comida y mantenemos una agradable conversación.

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